Mi famosa vecina, La Sagrada Familia, cumple hoy 135 años.

Vivir gran parte de mi vida y, desde hace años también trabajar, entre dos obras maestras de la arquitectura como son la Sagrada Familia y el Hospital de Sant Pau, no hace que las valore menos. No las veo como algo que está ahí y punto. Al contrario, como voy por la vida con ojos de viajera y descubridora siempre a la búsqueda de «primeras veces», cada día me las miro y cada día me sorprenden. De hecho, la Sagrada Familia no ha hecho más que crecer y cambiar desde que nació tal día como hoy hace 135 años, un 19 de marzo de 1882. Con tan sólo asomarme a la terraza y pasear a su lado he podido ver todas las tonalidades diferentes que coge bajo el sol, o de noche iluminada por la luna o por luz artificial. La he contemplado a través de copos de nieve y con un sol resplandeciente que no te deja apreciarla bien. Y para celebrar su cumpleaños, hoy le dedicaré mi post en este blog.

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La idea de construir este Templo y dedicarlo a la Sagrada Familia fue de un librero, Josep M. Bocabella. Fundó l´»Associació de Devots de Sant Josep» para recaudar dinero.Con 172.000 pesetas compró unos terrenos y el 19 de marzo de 1882 se colocó la primera piedra. De esa forma nace la hoy conocida mundialmente como «La Sagrada Familia», en el centro de Barcelona. A la misma distancia del mar que de la montaña, del hoy barrio de Sants que del de Sant Andreu, del río Llobregat que del Besós.

El encargo de realizar esta gran obra fue hecho inicialmente al murciano Francisco de Paula, pero por desavenencias entre él y Bocabella durante años de trabajos, finalmente pasó a ser el arquitecto Antoni Gaudí el que se dedicó en exclusiva al Templo casi todo lo que le quedaba de vida. De hecho está enterrado en la Cripta.

No os voy a explicar cual es el concepto arquitectónico, ni el porqué de su estructura, ni nada de lo que podéis encontrar por ahí mil veces mejor escrito que lo que yo pueda plasmar. Lo que sí me gustaría es transmitiros de qué manera creo que hay que acercarse a esta obra maestra, cómo me parece que se disfruta más de la genialidad de Gaudí.

Imaginaos que llegáis en el metro, parada que no tiene pérdida pues se llama Sagrada Familia. Subís por las escaleras de la estación en la salida a Avinguda Gaudí. Salís de la oscuridad dándole la espalda, sin sospechar lo que os espera. Y cuando ya estáis fuera os giráis y, Wowwwwwww !!! a pocos metros está ella. No os mováis todavía, no hagáis fotos, menos aún selfies (no os lo digo simplemente porque los odie es que creo hay que disfrutar un rato de esa grandiosidad que casi aplasta), y dejaros llevar admirándoos de lo que es capaz de crear un genio. Además esta parte es la original, según vais caminando a su alrededor ya son todo añadidos y cosas que nuevos equipos de arquitectos y nuevas tecnologías son capaces de hacer. Como pasa con todas las cosas, para comenzar a apreciarlas bien hay que verlas con distancia, coger perspectiva. Así que después de la primera impresión yo os recomiendo alejaros hacía distintos puntos. Primero hacia el parque con el lago, otrora precioso y con patos, y en el que poniéndoos al otro lado de la vegetación y el agua en el que se refleja la Sagrada Familia, podréis verla mejor. Por favor, no os quedéis entre las hordas de turistas que tienen que hacer contrapicados imposibles, dando por saco con el paloselfie, repasando el maquillaje tipo chapa y pintura para luego poner morritos, sacar la lengua, dar saltos pretendidamente geniales, porque se quedan en la misma acera o en la de enfrente. Id al otro lado, no pasa nada por caminar unos pasos, en serio. Los que me hagáis caso, por favor decidme si tengo razón o no.

Luego iros hacia la plaza del otro lado, en la que colocan en Navidad el mercado de belenes, árboles y caga tiós. Alejaros también, en la acera de enfrente tenéis una buena perspectiva. Si a esas horas os ha dado hambre podéis entrar en el Pub irlandés Michael Collins, para mí en esa zona es de los pocos sitios que no son pura turistada.

Ya comidos y bebidos, o no, podéis acercaros a visitar el interior del templo. Yo he estado dos veces. Hay un día al año que es gratis la entrada y hay que cogerla por internet previamente. Os podéis imaginar que se agotan antes de decir Jesús. Cuando hay que pagar, cada ticket va entre los 15 € sin ver ni siquiera las torres, y los 29 € con lo que casi lo puedes ver todo. Además está el tema de las inmensas colas. Por lo tanto, yo os recomendaría visita sólo si tenéis muchísimo tiempo y bastante dinero. En el interior hay maquetas maravillosas, la subida a las torres aunque algo claustrofóbica os da para ver Barcelona desde las ventanas-rendija, y por supuesto es la manera de gozar de la arquitectura con mayúsculas por fuera y por dentro. Pero, si no entráis creo que tampoco pasa nada. A mí me da la sensación de que Gaudí, como los grandes constructores de catedrales, pensaban sus obras para llegar al espíritu de los «viajeros» mirándolas por fuera. Y que los interiores los creaban para ser refugio y recogimiento de fieles, de creyentes.

Y, si me habéis hecho caso hasta aquí, permitidme un último consejo. Volved a la Avinguda Gaudí, y mientras camináis entre tilos que dan un olor y una sombra impagables, id subiendo hacia el Hospital de Sant Pau (del que ya os hablaré en otra ocasión) y parando para echar un vistazo a la SAGRADA FAMILIA.

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